martes, 24 de julio de 2012

CITIUS, ALTIUS, FORTIUS


El Viernes empiezan unos nuevos Juegos Olímpicos. Reinventados por Pierre de Coubertain en 1896, con la famosa frase “ Olimpia y las Olimpiadas son símbolos de una civilización entera, superior a países, ciudades, héroes militares o religiones ancestrales
Y de nuevo el deporte sirve como excusa inhibidora y/o válvula de escape de los problemas serios de la sociedad. No habrá prima de riesgo, ni rescates, ni incendios, ni tampoco nos preocuparemos por el paro. Durante los próximos días, el orgullo de cada país quedará expuesto y sediento de revancha sobre una serie de actividades con el fin no sólo de lograr el preciado metal, sino también de golpear el ánimo del país vecino o rival. Como dijo una vez Francisco Umbral, “ El deporte es una estilización de la guerra “.
Sin embargo, también significa una prueba de sacrificio y superación que recoge momentos épicos y conmovedores que no siempre tienen que estar asociados al triunfo. Como por ejemplo, cuando el corredor británico Derek Redmond traspasó en última posición, con lágrimas en los ojos, cojeando y ayudado por su padre la línea de meta de los 400m lisos en Barcelona, llegando a ser un símbolo de esfuerzo familiar. El nadador africano Eric Moussambani, que a punto estuvo de ahogarse en su serie en Sídney, una gran puesta en escena sobre la diferencia entre paises. O la presión y tensión a la que están expuestos los jóvenes gimnastas, que tras años de durísimo trabajo, se enfrentan a una única oportunidad en la que tienen que asombrar a un exigente jurado, ( a que me sonará esto... ).
Pero quizás la escena más impactante, fue el encendido de la llama de Atlanta 1996. Cuando el archiconocido boxeador Muhammad Ali, portó la antorcha con un significativo temblor que mostraba la cara de la enfermedad del Parkinson. Quien había sido un símbolo de esfuerzo, potencia, coraje y rebeldía, también mostraba su magnífico valor mostrando en directo ante más de 3 mil millones de personas su combate personal contra la enfermedad
En definitiva, los Juegos Olímpicos, no vienen a ser otra cosa que una metáfora decorada de la vida misma. El éxito frente al fracaso, el sacrificio junto al esfuerzo, la necesidad de la colaboración en equipo, la motivación y todo en un escenario de unión entre países y culturas del que mucho se debería de aprender en el resto de los ámbitos sociales.
Un sacerdote dominico llamado Henri Didon inspiró el lema olímpico: CITIUS, ALTIUS, FORTIUS”, más Alto, más Rápido, más Fuerte.